Ahí de pie, con las piernas abiertas, sacándose la pija para cambiarle el agua, y echando una meada que sale por la punta de una chota muchas veces pelada para la ocasión...
En situaciones como esa, no es de extrañar que uno, por mucho que quiera disimular, no termine calentándose y echando una ojeada a la pija del vecino










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